Terribles noticias para los pobres de América Latina
No hay esperanzas en el horizonte para los millones de personas que viven en la pobreza en América Latina, específicamente en Argentina, Paraguay y Ecuador.
En Argentina, ganó las primarias para la contienda presidencial un individuo llamado Javier Miley, un ejemplar único en la galería de la ignorancia que ha alcanzado prominencia política en la derecha por su discurso contra los sectores empobrecidos de la sociedad y contra los que luchan por la justicia social, a la cual él llama “aberración”.
Miley se auto proclama como alumno de Donald Trump. Propone desregular la venta de armas en Argentina, dolarizar la economía y cerrar el Banco Central, es decir, entregar la economía del país sudamericano a la suerte de la economía norteamericana y privatizar los servicios públicos, para que en Argentina todos paguen por igual, lo mismo los que reciben un millón de dólares al año que los que no reciben lo suficiente para comer.
Miley es la suma del despotismo, del racismo y el desprecio a los que no lograron como él, con su lengua de serpiente venenosa acumular riquezas a costa de crucificar las esperanzas de los más desposeídos.
De los 32 millones de electores registrados en el padrón electoral de Argentina, Miley obtuvo 7 millones. Siete millones de votos que servirán para un voto en los foros mundiales en apoyo a los intereses de los imperios europeos y norteamericanos, al derrocamiento de gobiernos progresistas en el continente, al soporte de las colonizaciones judías de las tierras palestinas en el medio oriente, al apoyo al gobierno neonazi de Ucrania y al voto indiferente en las Naciones Unidas para mantener el embargo a Cuba.
La dolarización de la economía argentina convertiría a ese país en una colonia comercial norteamericana, una dependencia directa que pondría el futuro de la nación sudamericana en las manos del tío Sam, familiar que no se ha destacado por ser solidario, sino por el contrario, por aprovecharse de las riquezas y pasar por las armas a los que se le interponen.
Despojar a los trabajadores de la indemnización de los despidos es lo más inhumano y despótico que se pueda escuchar.
En Estados Unidos, no existe la indemnización al trabajador despedido, pero al menos existe el seguro de desempleo, que le garantiza al trabajador el 75 por ciento de su salario por algunos meses.
Eso parece ignorar el líder de la ignorancia argentina.
Calificar de aberración la justicia social, es la repetición de los pronunciamientos del rey francés Luis XVI, o lo que es peor, de los más degenerados tiranos de la historia de la humanidad, desde Nerón hasta Trujillo y Augusto Pinochet.
De otro lado, orillando el Amazonas, tenemos a Ecuador, el nuevo Colombia del “Plan Colombia”. Un país cuyo hacer político gravita más en el oportunismo, el afán de riqueza y poder, que en la carrera por el liderazgo o la emancipación de las clases rezagadas. Para los políticos ecuatorianos luchar por erradicar la pobreza es una pérdida de tiempo, por eso el anti correísmo se ha convertido en una pancarta política, el anticomunismo en un pasaporte con visa americana y la privatización de las riquezas nacionales en una treta para beneficiar a socios comerciales y políticos.
En Paraguay, del otro lado del lago, la dictadura del Partido Colorado inauguró un nuevo mandato, el de un engendro concebido en una probeta de la oligarquía.
Recibido como un rey, Santiago Peña, un egresado de escuelas en inglés, caminó sobre una extensa alfombra roja para ser investido por una presidencia que ni ganó ni mereció. Que le entregaron como buen pupilo por la clase que usufructúa el 75 por ciento del Producto Interno Bruto de ese país a costa del trabajo y la miseria de más de dos millones de trabajadores.
Mientras tanto, la dictadura legislativa del Perú se afianza en el poder con la ayuda del Tío Sam, quien ha enviado más de mil efectivos con la clara intención de contener la ira popular y de paso derrocar a cualquier gobierno que no responda a sus intereses.
El Secretario General de las Naciones Unidas denunció hace un mes que el sistema financiero internacional no contribuye al desarrollo del tercer mundo. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, son instituciones que financian los proyectos de las oligarquías y obligan a los pueblos a pagar el capital recibido y los intereses generados. Por eso la dolarización de las economías son de gran beneficio para los que lo tienen todo y latigazo en la espalda para los que no tienen nada.
Eso es lo que le espera a los pobres de Sudamérica con sus nuevas autoridades.