¡Qué el Señor nos encuentre confesados!
Las crisis de las macroeconomías son cíclicas. Es muy difícil que un país pueda sostener una economía en línea recta debido a que las relaciones comerciales cambian frecuentemente y el sistema no se adapta ni rápido ni fácilmente a estos cambios. Por ejemplo, los precios del petróleo suben y bajan de acuerdo a la demanda o al exceso de producción. Cuando los precios suben, baja la capacidad adquisitiva del dinero. Si una persona recibe 2000 dólares al mes y gasta 250 en gasolina, le quedan 1,750 para otros gastos. Pero si debido al aumento del precio de los combustibles tiene que gastar 350 en vez de 250, entonces el dinero que le queda para otros gastos se reduce a 1,650. Es lo mismo que si le fuera reducido el salario.
El valor de las viviendas sube y baja de acuerdo a la demanda y este a su vez depende mucho de la tasa de interés. Cuando los intereses para préstamos hipotecarios suben, menos personas pueden comprar viviendas, lo que hace que el precio de estas baje. Por el contrario, si la tasa de interés baja, aumenta la demanda y al mismo tiempo el precio de las viviendas.
La economía de Estados Unidos ha estado caminando en línea vertical en términos inflacionarios. Los precios de los productos de consumo doméstico se han elevado en más del 30 por ciento en los últimos dos años. Las autoridades monetarias norteamericanas dicen que la inflación está en un 3.5 por ciento y que ellos pretenden bajarla a un 2.00 por ciento. Para ello, han estado subiendo la tasa de interés, es decir reduciendo la demanda para que los precios bajen. Pero dice un viejo refrán latinoamericano que “plátano maduro no vuelve a verde y el tiempo que se va no vuelve”.
La población mundial está aumentando con lo cual aumenta la demanda de productos de consumo. Lo que no compran los norteamericanos, lo compran los chinos, los hindúes, los europeos o los africanos. El precio del petróleo no bajará a menos que haya una explosión de producción de baterías de litio que reemplace el combustible fósil. Pero el litio es caro y su demanda es cada vez mayor, lo que elevará su precio igual que el petróleo.
Desde la administración de Richard Nixon, el valor del dólar dejó de estar respaldado por el oro. Ahora depende de la estabilidad de la economía estadounidense. Su fortaleza como moneda de cambio internacional fortalece la capacidad de compra, venta y financiamiento de los Estados Unidos. Pero el dólar ahora está sufriendo mordidas que dejan espacio para otras monedas, que si bien no son tan seguras como ésta, representan un recurso de protección contra las medidas proteccionistas y beligerantes de Estados Unidos. Un ejemplo de eso es el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Las sanciones de Estados Unidos contra Rusia, entre las que se encuentra la incautación de 300 mil millones de dólares, ha creado inseguridad y desconfianza de muchos países en cuanto a tener sus reservas en dólares. A Venezuela Estados Unidos le incautó más de tres mil millones de dólares además de la empresa CITGO que operaba en Estados Unidos.
La caída del valor del dólar es un empujón más hacia la inflación, lo que algunos economistas presagian como una antesala a una inminente recesión.
Cuando la economía entra en recesión, se producen despidos que aumentan el desempleo, reducción del consumo debido a que menos personas tienen dinero para gastar y a su vez el cierre de muchas empresas por la caída de sus ventas.
El pueblo norteamericano es el burrito de carga que llevará en el lomo las consecuencias de la crisis que asoma en el horizonte. Los políticos conservadores, en especial los republicanos, se oponen rotundamente a las subvenciones públicas como la ayuda de Warfare y el Medicaid.
La actual administración de Biden ha gastado más de 200 mil millones de dólares en la guerra en Ucrania y no parece dispuesta a buscar un fin a ese barril sin fondos.
¿A dónde vamos? No sabemos, pero ¡qué el Señor nos encuentre confesados!