Por Sala de Redacción EVH

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GRAND RAPIDS, MICHIGAN (EVH) __ La muerte de Apolinario Simón Méndez, un trabajador agrícola guatemalteco de 22 años que había llegado a Michigan para la cosecha de arándanos, expuso nuevamente las duras condiciones en las que viven miles de inmigrantes que sostienen la industria agrícola del estado. Su fallecimiento, ocurrido en agosto de 2024 dentro de un complejo de viviendas temporales en Ottawa County, salió a la luz tras una investigación de MLive.

De acuerdo con los documentos policiales citados por el medio, Méndez murió por una intoxicación alcohólica aguda, con un nivel de alcohol en sangre extraordinariamente alto: 0.58%, uno de los más elevados registrados por especialistas consultados. El joven, que llevaba apenas un mes en Michigan, se fue a dormir y nunca despertó. La policía clasificó el caso como un accidente y lo cerró tres meses después.

Tras la muerte, un oficial notificó al Departamento de Agricultura y Desarrollo Rural de Michigan (MDARD) sobre las condiciones del campamento conocido como Hotel California #2, donde vivían Méndez y otros trabajadores. Inspectores estatales detectaron hacinamiento, camas compartidas por adultos y niños, ventanas rotas, detectores de humo defectuosos y personas durmiendo en el suelo.

El campamento, registrado bajo Walker Farms, una empresa de arándanos con sede en Georgia, recibió solamente una carta de advertencia, una de las sanciones más severas emitidas en 2024 dentro de casi 1,000 campamentos inspeccionados. No hubo multas ni medidas adicionales, y el lugar volvió a ser licenciado en 2025 tras corregir otras observaciones.

La compañía no respondió a las solicitudes de información realizadas por MLive.

Casos como el de Mendez no ocurren por accidente. Investigadores y defensores, entrevistados por MLive, coinciden en que es casi imposible saber qué empujó a Apolinario a beber tanto, pero también recuerdan que su historia no ocurre en el vacío: jornadas extenuantes, soledad, falta de acceso a servicios básicos y un miedo persistente a pedir ayuda forman una mezcla peligrosa que se repite entre quienes sostienen la columna vertebral del vasto sector agrícola del estado. Son, como describió la profesora Alexis Handal, una población “muy, muy invisible”, presente en cada cosecha y, sin embargo, ausente del radar de las políticas y protecciones que podrían salvar vidas.

La muerte de Mendez no es un episodio aislado. Forma parte de un patrón y también incluye casos como el de Emilio López López, el jornalero mexicano de 37 años que falleció tras enfermarse gravemente mientras recogía espárragos en el condado de Oceana. En este mundo laboral hay reglas escasas, supervisión mínima y una vulnerabilidad que se normaliza a fuerza de repetirse. Y, aun así, cada una de estas muertes revela lo mismo: muy pocas personas estaban pendientes de ellos, de su agotamiento, de su salud o de sus silencios. En esa falta de miradas, en esa orfandad cotidiana, se esconde la verdadera tragedia.

Muchos de estos trabajadores dependen completamente de sus empleadores para la vivienda, generalmente ubicadas en zonas rurales con pocos servicios cercanos. En el caso de Méndez, el campamento estaba a más de 10 millas de Holland y a media hora de Grand Rapids.

Aunque los compañeros de vivienda afirmaron que el joven había estado bebiendo en los días previos, ninguno pudo precisar cuánto alcohol consumió. Para los policías y peritos, los niveles encontrados apuntaban a un consumo prolongado y peligroso.

Las autoridades estatales no investigaron más allá de la inspección del campamento.

La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional de Michigan (MIOSHA), entidad que investiga condiciones laborales inseguras, accidentes, muertes en el trabajo y posibles violaciones a las normas de protección para los trabajadores, indicó que no tenía jurisdicción, ya que la muerte no estuvo relacionada directamente con actividades laborales o condiciones estructurales.

MLive tampoco pudo localizar a familiares cercanos ni compañeros que conocieran bien a Méndez. Algunos trabajadores dijeron que “cada quien se ocupa de lo suyo” y que el joven era más bien solitario.

Sus restos fueron enviados a Guatemala, y los trabajadores reunieron dinero para un pequeño funeral, según Migrant Legal Aid. El Vocero Hispano se comunicó con esta organización a través de un email, para conocer más sobre el caso, pero hasta el cierre de esta edición no recibió respuesta alguna.

Hoy, el campamento permanece vacío fuera de la temporada agrícola. Lo único que queda de la vida de Méndez en Michigan es una discreta cruz de concreto con su nombre y fecha, colocada cerca del lugar donde vivió sus últimos días.

*Información obtenida del reportaje original publicado por MLive.

La muerte de trabajador agrícola desnuda otra vez la falla sistemática del estado con los inmigrantes jornaleros en Michigan