Por KARLA BAHM

Karla@elvocerous.com

GRAND RAPIDS, MICHIGAN (EVH)- En el crisol de la música, donde convergen los sonidos de diferentes culturas y géneros, a veces emergen composiciones que trascienden el tiempo y el espacio, convirtiéndose en verdaderos himnos de resistencia y esperanza. Tal es el caso de "Sólo le pido a Dios", una canción que León Gieco compuso hace casi tres décadas y que hoy resuena con una fuerza renovada en medio de guerras que sacuden al mundo.

Corría el año 1978 cuando el talentoso músico argentino dio vida a esta pieza, como un grito de paz en un contexto marcado por la confrontación entre Argentina y Chile por la soberanía del canal Beagle y las islas aledañas. Sin embargo, su mensaje trascendió las fronteras geográficas y temporales, convirtiéndose en un llamado universal a la concordia y la justicia.

Imaginen, si me lo permiten, el escenario de una película épica: un grupo de jóvenes universitarios valientes y determinados, enfrentándose a un enemigo aparentemente invencible, con la música de Gieco como su himno de resistencia.

"Sólo le pido a Dios

Que el dolor no me sea indiferente

Que la reseca muerte no me encuentre

Vacío y solo sin haber hecho lo suficiente".

Estos protestantes universitarios, que piden a gritos el fin de la guerra en Gaza, son como mariposas revolucionarias, desplegando sus alas vibrantes en medio de la oscuridad, iluminando el camino hacia un futuro más justo y humano. Su protesta no es un capricho de la juventud, sino un acto de coraje y determinación, alimentado por la indignación ante la injusticia y la opresión.

"Sólo le pido a Dios

Que la guerra no me sea indiferente

Es un monstruo grande y pisa fuerte

Toda la pobre inocencia de la gente".

En el centro de esta escena, encontramos al estudiante universitario, ese personaje tan incomprendido y subestimado por aquellos que ven la juventud como sinónimo de inmadurez y falta de experiencia. Pero aquí, en el fragor de la batalla por la justicia y la libertad, el estudiante universitario se revela como un héroe en potencia, cuya fuerza reside no en la musculatura de sus brazos, sino en la convicción de su corazón.

En Estados Unidos, las protestas universitarias en contra del genocidio en Gaza han sido objeto de controversia y represión. Las autoridades políticas y académicas han cuestionado la legitimidad de estas manifestaciones, tachándolas de “antisemitas” y promoviendo medidas represivas para sofocarlas.

Los detractores de estas protestas los marginan y los llaman jóvenes ingenuos, soñadores que aún no han sido golpeados por la realidad del mundo. Pero lo que no comprenden es que la juventud es precisamente lo que da a estos estudiantes su poder: la capacidad de creer en un mundo mejor, de luchar por él con todas sus fuerzas, sin importar las dificultades que se interpongan en su camino.

Mientras tanto, en el corazón de la Universidad de Michigan (UM) en Ann Arbor, un grupo de manifestantes desafía el silencio y la complacencia, levantando sus tiendas de campaña como un símbolo de resistencia contra la opresión y la complicidad. Son 200 jóvenes valientes, pertenecientes al grupo estudiantil Coalición Tahrir, cuya determinación y coraje los han llevado a ocupar el campus con un propósito claro: exigir justicia para el pueblo palestino y poner fin al apoyo económico y político de su universidad a las injusticias perpetradas en Gaza.

El caso de la UM tiene una diferente dinámica. Los estudiantes que han levantado su voz en solidaridad con el pueblo palestino no han enfrentado represalias esta vez, ni amenazas, pero las autoridades académicas se niegan a escuchar sus demandas de dejar de invertir en empresas que apoyan la ocupación israelí.

Desde el 22 de abril, este campamento de protesta ha sido testigo de una solidaridad firme y una resistencia pacífica, desafiando la indiferencia y la represión que tantas veces han intentado sofocar las voces disidentes. Mientras los agentes de la policía estatal de Michigan observan desde la distancia, los estudiantes continúan su lucha con determinación, sin miedo a las consecuencias que puedan enfrentar.

Las demandas de la Coalición Tahrir son claras y contundentes: el presidente de la universidad, Santa Ono, debe comparecer ante ellos para escuchar sus demandas y tomar medidas concretas para desvincular a la Universidad de Michigan de cualquier negocio que apoye las violaciones de derechos humanos en Gaza. Según cifras reveladas por el grupo estudiantil, se estima que 6.000 millones de dólares de los fondos de la universidad se invierten en empresas que respaldan la maquinaria de guerra israelí.

Entre las empresas señaladas se encuentran fabricantes de drones como Skydio, que han suministrado más de 100 drones al ejército israelí, así como contratistas militares involucrados en la producción de aviones de combate utilizados para bombardear a civiles inocentes en Gaza. Además, la Coalición Tahrir exige el cese de inversiones en empresas como Attenti, una empresa israelí de vigilancia penitenciaria que también tiene contratos con el Departamento Correccional de Michigan, de acuerdo con lo dicho por la Coalición Tahrir.

La revelación de inversiones directas previas en gigantes de la industria militar como Boeing y Lockheed Martin añade un nuevo nivel de urgencia a las demandas de los estudiantes, que ven en la presión económica una herramienta poderosa para detener el derramamiento de sangre y el sufrimiento en Gaza. Como señala Sben, uno de los líderes del movimiento estudiantil, “la Universidad de Michigan tiene el poder y la responsabilidad de tomar medidas concretas para mostrar solidaridad con su propio cuerpo estudiantil y con el pueblo palestino, pero aún no han querido escucharnos. En noviembre pasado enviaron a la policía por protestar por lo mismo y arrestaron a 43 de nosotros. No presentaron cargos contra nosotros, porque amenazamos con una huelga. Y si esta vez, aún no han hecho nada en contra de nosotros, es porque nos tienen miedo, ellos saben que tenemos poder, poder de convocatoria”.

Cabe señalar que estas demandas de desinversión en Israel no son nuevas en el campus de Ann Arbor. La Junta de Regentes ha rechazado formalmente estas demandas en múltiples ocasiones desde el 2014.

En un mundo marcado por la injusticia y la opresión, son estas voces valientes y comprometidas las que nos recuerdan que la lucha por la justicia y la dignidad humana nunca debe cesar.

“No somos terroristas domésticos como nos han llamado, sólo queremos que Israel pare el genocidio en Gaza, la liberación del pueblo palestino, que la Universidad de Michigan deje de invertir en compañías israelitas que financian la masacre en contra del pueblo de Palestina y que la policía pare de reprimir las protestas en otras universidades”, apuntaló la estudiante de la UM, Aarushi.

En el campamento del Diag, en UM, una serie de letreros muestran variaciones del mismo mensaje, desde "No Arresten, Desinviertan" hasta "Desinviertan en el Genocidio". Uno que dice "Paren el Genocidio" proviene de manifestantes judíos que se oponen a las acciones de Israel en la guerra.

Entre las impactantes imágenes que adornan el campamento, una en particular me ha conmovido profundamente: la instantánea de un soldado israelí, con su arma apuntando hacia dos niños aterrorizados. En la imagen, los pequeños, casi llorando, intentan apartar el arma del soldado con sus manos en un gesto desesperado por protegerse.

En un contexto de desinformación y apatía generalizada, la juventud emerge con un grito de verdad y conciencia. A pesar de ser menospreciados y subestimados, son los jóvenes quienes observan la realidad con ojos despiertos y sin temor. "Paren el genocidio", claman con valentía, enfrentando la represión policial, los golpes y los arrestos arbitrarios en diferentes campus universitarios de Estados Unidos.

Sin embargo, la respuesta a su llamado no es la solidaridad, sino la represalia. Algunos estudiantes han sido desalojados de sus residencias universitarias o expulsados de sus centros de estudio como una supuesta "medida disciplinaria". Esta acción, lejos de disuadir su activismo, solo fortalece su determinación y evidencia la necesidad urgente de su lucha.

“En la UM ningún estudiante ha sido expulsado de la universidad o desalojado de sus dormitorios, sin embargo, considero que es horrible el hecho de que nuestros compañeros universitarios de otras universidades estén pasando por esto. Están reprimiendo sus voces, que lo único que buscan es una solución. Tenemos muchos estudiantes palestinos en todas las universidades de Estados Unidos, que sus familiares aún están en Gaza, y están desesperados. ¿Y qué hacen las administraciones de las diferentes universidades para ayudar a poner fin a la guerra? … Les envían a la policía para que los arreste”, subrayó Aarushi.

En este escenario, la juventud no busca venganza, sino justicia. Su objetivo es detener el ciclo de violencia y opresión que aflige a la comunidad palestina en todo el mundo. Su voz es un llamado a la conciencia colectiva, un recordatorio de nuestra responsabilidad de actuar en solidaridad con los más vulnerables y de luchar por un mundo donde todos puedan vivir con dignidad y paz.

Mientras tanto, en la Casa Blanca, el presidente Biden condenó las protestas como "antisemitas", desviando la atención de la verdadera tragedia que se desarrolla en Gaza. Esta narrativa se refuerza desde el Congreso, donde el presidente de la Cámara de Representantes, Michael Johnson, declaró en una conferencia de prensa que las protestas universitarias tienen un "cariz antisemita" y exige una respuesta contundente.

Es más, Johnson elevó su voz, abogando por la intervención policial y, potencialmente, el despliegue de la Guardia Nacional. Sin embargo, ante este contexto de múltiples aristas, resulta imperativo que las autoridades enfoquen sus esfuerzos en el sufrimiento del pueblo palestino, actuando con premura para poner fin a la violencia y la opresión que padecen.

“No sé de lo que están hablando, no somos ni terroristas, ni antisemitas. Aquí tenemos muchos estudiantes judíos que quieren apoyar y que están acampando con nosotros, por ejemplo, se ha unido a nuestro movimiento el grupo “La Voz judía por la paz”, y eso es muy importante para nuestro movimiento. Convivimos en armonía todas las religiones, la judía, la palestina, la católica, la cristiana … todas.”, sentenció Aarushi.

Entretanto en Gaza, la tragedia se manifiesta en su máxima expresión. Con más de 34,000 palestinos muertos y el 80% de la población desplazada, la desolación es abrumadora. Las ciudades y pueblos yacen en ruinas, víctimas de una guerra que parece no conocer límites ni compasión. Y en el norte de Gaza, otro monstruo se acerca, el hambre, amenazando con llevarse más vidas inocentes.

Al final de estas líneas, dos preguntas resuenan en mi conciencia: ¿Puede esta masacre ser indiferente para quienes nos leen? Y si no lo es, ¿qué más podemos hacer para detener el genocidio en Palestina y llevar a los responsables ante la justicia?

No necesitamos ser palestinos para sentir el peso de esta guerra en nuestros corazones. Basta con un mínimo de humanidad para comprender el sufrimiento que asola a esta tierra milenaria. Que nuestras diferencias religiosas no nos hagan indiferentes ante el sufrimiento ajeno.

Que cada voz levantada, cada protesta, cada llamado a la acción sea una luz de esperanza en la noche interminable de violencia. Que tu Dios y mi Dios no nos haga indiferentes ante el dolor de la sangre inocente derramada en Palestina y que la indignación nos movilice y la solidaridad nos una en la lucha por un mundo donde la paz y la justicia sean más que meras aspiraciones.

¡ESTE GENOCIDIO NO ME ES INDIFERENTE! Estudiantes de la Universidad de Michigan en campamento: Exigen el fin de la guerra en Gaza