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Editorial 1314

23 noviembre 2022

Querido Pablo

Así se titularon los conciertos en honor a Pablo Milanés cuando hace más de dos décadas se le pronosticó leucemia. Milanés tenía solo unos 60 años de edad y ya era un símbolo de muchos valores. Valores humanos, sociales y personales. Gracias a él los versos de José Martí, el prócer de la independencia de Cuba y uno de los más grandes poetas del continente latinoamericano, volaron en canciones llegando con sus notas a millones de personas que ignoraban cuanta belleza había en la pluma del patriota. Milanés como cantautor, compuso canciones cargadas de versos profundos e inolvidables que tocaron los corazones de millones de enamorados y jóvenes preocupados por el futuro de la América morena y el mundo más allá de sus mares. “Todavía quedan restos de humedad, tus olores llenan ya mi soledad….” Dice una de sus canciones. Milanes, tenía 16 años de edad cuando los barbudos revolucionarios liderados por Fidel Castro bajaron de las verdes y escalpadas montañas de la Sierra Maestra en marcha hacia La Habana, obligando al dictador Fulgencio Batista, uno de los más corruptos que vio el continente, a escapar con sus secuaces de las cuentas que el pueblo le cobraría por sus crímenes y desmanes. Al iniciarse los cambios de la revolución, surgieron perspectivas diferentes de la función del arte popular, una de las cuales se llamó La Nueva Troba Cubana. Esta nueva corriente, buscaba darle un compromiso social al arte. Hacer que el mismo no fuera ajeno a la realidad de los pueblos, sin que perdiera el poder de la lírica y su esplendor en la más profunda relación humana que es el amor. “Yo me quedo con todas esas cosas, pequeñas silenciosas, con esas yo me quedo…” Cuando se produjo el golpe de estado a Salvador Allende en Chile en 1973, en el que miles de jóvenes inquietos y aspirantes a un mundo mejor fueron asesinados en las calles por las tropas del general Augusto Pinochet, Milanés escribió una canción que representó un hito de esperanza para el país suramericano y que fue entonada en cada rincón de Chile cuando por fin terminó la oprobiosa tiranía: “Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes…” “Retornarán los libros, las canciones que quemaron las manos asesinas, renacerá mi pueblo de su ruina y pagarán su culpa los traidores…” Pablo Milanés al igual que otros autores de su talla, como el también cubano, Silvio Rodríguez y el español, Joan Manuel Serrat, fueron por muchos años fruta prohibida para la comunidad latina en Estados Unidos, debido al control de los empresarios exiliados cubanos sobre el mercado de la música latina en el país. Para ellos, todo lo que venía de Cuba, olía a comunismo. No obstante, gracias a que México nunca rompió relaciones con Cuba, la producción musical cubana encontró salida en América Latina. Lo mismo ocurrió con Europa, cuyos países no se unieron al boicot norteamericano a la isla. Como consecuencia de la inversión de capitales de las grandes empresas de espectáculos mexicanas en los medios de comunicación latinos de Estados Unidos, para las cuales la música de la nueva troba cubana representó un importante mercado, se abrieron las puertas de Norteamérica a algunos artistas vedados. Así Pablo Milanés recibió un premio Grammy y Joan Manuel Serrat fue homenajeado en los Premios Lo nuestro. Ambos fueron reconocimientos adeudados y que, si el mundo no se tuerce más de lo que se ha torcido ya, o empieza a girar al revés, se repetirán póstumamente por muchos años. Pablo Milanés dejó de existir el pasado lunes 21 de noviembre en su hogar en España, vencido en su larga batalla contra la leucemia. Pero sus versos, sus canciones, sus mensajes y su ejemplo de un artista comprometido con su sociedad, prevalecerán por siempre.