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Editorial 1328

03 marzo 2023

La denuncia de los niños migrantes, una consecuencia de políticas erradas

La falta de leyes que correspondan a la realidad es la causa de muchos males sociales. Para hacer leyes realistas se necesita de legisladores con capacidad de pensar, algo que se hace cada vez más difícil en tiempos en los que los libros y las ciencias son objetos de ataques por contradecir creencias religiosas.

La denuncia hecha por el diario The New York Time respecto al trabajo de niños inmigrantes en factorías y otros centros laborales, debe mover, además de un castigo a las empresas, a una seria amonestación a los políticos, en especial, a aquellos que se venden a sus votantes como patriotas cuando en realidad solo hacen daño al país.

Estados Unidos se encuentra actualmente en su momento más crítico en términos de liderazgo empresarial.  Tiene una poderosa competencia en el oriente del planeta que amenaza con arrebatarle el liderazgo comercial en las industrias fundamentales y en los mercados emergentes.

Las empresas norteamericanas necesitan mano de obra para producir; necesitan de una fuerza de trabajo capaz de competir con el gigante asiático que supera más de cinco veces en población a Estados Unidos.  Una de las industrias más poderosas del país es la automotriz, la cual está ahora en proceso de reformulación debido al uso de las baterías en sustitución de los hidrocarburos. Las tres gigantes empresas automotrices norteamericanas, General Motor, Chrysler y Ford, se han lanzado a la carrera en esta transformación, pero China lleva una enorme ventaja porque, además de disponer de las materias primas y las líneas de producción, dispone de la mano de obra para hacer cuantos automóviles se puedan necesitar en el mundo.  Los políticos conservadores norteamericanos creen que peleando con China podrán ganar la competencia.  Algo sobradamente absurdo y peligroso.

Las leyes inmigratorias norteamericanas no dejan salida posible a las personas que vienen al país con el interés de trabajar.  Las nuevas disposiciones migratorias de la actual administración facilitan el ingreso de migrantes de países (excepto Haití) a los que el Departamento de Estado considera terroristas, como Cuba, Venezuela y Nicaragua.  Lo cual demuestra que no hay un sano interés de proveer de fuerza de trabajo a las empresas norteamericanas, sino continuar con una política exterior obsoleta y contraria a los intereses productivos.

La denuncia del The New York, además de que salvará a muchos niños de la explotación laboral, pondrá sobre la mesa la necesidad de que se dé una vía a la legalización a millones de trabajadores indocumentados y de que se permita el ingreso de mano de obra de manera ordenada y legal.

Pero eso, al igual que el tema de las armas, será como la voz de Fray Antón de Montesinos, el sacerdote que se pronunció en el siglo XVI contra la explotación de los indígenas: “La voz que clama en el desierto”.

Los políticos republicanos dirán que la solución es no permitir la entrada de inmigrantes, y que hay que devolver los niños a sus países de origen.  Los demócratas dirán que el problema de la industria americana no es la falta de mano de obra, sino la competencia China y que la solución es militar y no comercial.

Como consecuencia de esa falta de juicio que se ha hecho común en la política americana, los resultados de la denuncia serán, más restricciones para evitar que los indocumentados puedan trabajar, y mas medidas para evitar la entrada de niños migrantes.  En otras, palabras,  mas incentivos para que las empresas americanas se vayan a otras latitudes.