La palabra “libertad”

“Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre”, fue la frase de la revolucionaria francesa Madame Roland, antes de colocar la cabeza en el cebo para ser guillotinada el 8 de noviembre de 1793.

Nos llegan a la memoria esas palabras cuando escuchamos al nuevo y flamante presidente Argentino, Javier Milei, vociferar con su estilo de chango desatado decir “viva la libertad carajo”.

Los votantes de ese país adocenados como ovejas de rebaño lo aplauden sin darse cuenta a qué libertad es que se refiere realmente.

Milei es uno de los tantos locos que andan por el mundo promoviendo la sociedad sin estado, por lo menos casi sin gobierno. Son los llamados libertarios que en términos ideológicos están a la derecha de la derecha y al extremo de los neoliberales.

Cuando los partidarios de economías neoliberales hablan de libertad se refieren a la libertad de las empresas de trabajar sin el llamado “yugo” de los impuestos y supervisión gubernamental.

Según esa teoría, la libertad de mercado facilita el desarrollo del sector privado, hace crecer la economía y produce una mayor competencia de la que supuestamente salen beneficiados los consumidores. Además, según ellos, el desarrollo de las empresas aumenta el empleo y el nivel de salario.

Esa teoría tomó fuerza en los años 70s y marcó una línea contra lo que se conocía como keynesianismo, que era la teoría de Menard Keynes publicada en 1936 que planteaba la necesidad de que el estado regulara la economía para manejar las crisis.

Si lo que plantea el neoliberalismo es cierto, la administración de Milei hará florecer la economía argentina, pero no si antes dejar en el camino los cadáveres de los que morirán por desnutrición o abatidos por las balas de los gendarmes del régimen en los enormes estallidos de protestas que minarán las calles de ese país.

Un país no es una empresa privada. Cuando en una empresa los ingresos quedan por debajo de los gastos, se hacen recortes. Esos recortes dejan a personas desempleadas pero la empresa ajusta su balance de ingresos y egresos y se coloca en posición de avanzar o simplemente sostenerse.

En una nación no se pueden hacer todos los recortes necesarios para nivelar la balanza, porque la gente necesita comer, necesita cuidados de salud, los niños necesitan ir a las escuelas y para todo ello necesita también transportarse.

A la solución que pretende aplicar el presidente de Argentina se le conoce como la teoría del Shock, basada en una del premio Nobel de economía, Milton Frietman, y la de la escuela de economía de Chicago, que consiste en eliminar el gasto público en asistencia social y suprimir todos los derechos constitucionales para evitar la respuesta del pueblo que se verá asfixiado por el hambre y la desesperación. Esa teoría fue aplicada durante la dictadura de Jorge Videla en la misma Argentina, y Augusto Pinochet en Chile. Según los entendidos en economía, esa teoría fue adoptada por el departamento de estado de los Estados Unidos, para ser aplicada por los dictadores de América Latina y favorecer los intereses de la banca internacional y el sector privado.

No son los propietarios de las empresas ni los de la clase media alta de Argentina los que van sufrir los recortes con las medidas del gobierno de Milei. Serán los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, el pueblo trabajador. Ese que, engañado por los medios de comunicación propiedad de los grandes consorcios creyó en la palabra libertad, como lo hizo Madame Roland cuando se lanzó a la lucha contra la opresión de la monarquía y terminó en la guillotina diciendo la famosa frase de “…cuántos crímenes se cometen en tu nombre”.

Editorial 1372