La política es una ciencia, y como tal debe estudiarse y no improvisarse. Para ser político no es imprescindible ir a la universidad, basta con tener sentido común y saber que para saber, hay que leer o al menos escuchar a los que han leído o a los que en la práctica la han ejercido. Cuando se quiere hacer política partiendo de la nada, ignorando la historia y sus reglas, siguiendo sólo las directrices de un “gurú”, sin cuestionar la verdad de esas ideas, se actúa por instinto y no por la razón.
La comunidad hispana en Estados Unidos es una maza política acéfala que se mueve sin una dirección correctamente definida. Por un lado en la parcela conservadora y por el otro por la llamada “liberal”. Muy pocas veces ha contado con un liderazgo efectivo. Ante esa ausencia de referencias algunos líderes han utilizado la figura de César Chávez como un ejemplo de lucha por los intereses de los inmigrantes hispanos. Pero en realidad, César Chávez no era eso. Era un líder surgido del programa de braceros de los años 60s que luchó por los derechos de los trabajadores agrícolas, para que tuvieran mejores salarios, un tratamiento justo y humano.
Ya en avanzada edad, cuando estuvo en Grand Rapids en 1993 andaba de campaña contra el uso de pesticidas por parte de los propietarios de tierra, que afectaban severamente la salud de los trabajadores migrantes y sus familias.
Chávez luchó por una vida digna de los trabajadores del campo. Tenía ideas liberales y solidarias con las comunidades oprimidas, pero no era un líder de todos los inmigrantes latinos, era un ejemplo de lucha por los derechos de los hombres y las mujeres del campo que emigraban para trabajar y crear un futuro para sus hijos.
Tuvo éxito en su lucha**,** porque como un hombre inteligente sabía reunir fuerzas, agruparlas a su lado y lanzarlas en apoyo a sus objetivos. No lanzó ataques contra los que podían ser circunstancialmente sus aliados, ni contra los enemigos que, en determinado momento en el Congreso, podían abstenerse de votar contra sus reclamos. Sabía que cada candidato de un condado necesitaba los votos que la comunidad podía proveer y los negoció para lograr el compromiso de ayudar a los trabajadores migrantes.
Cuando la acción política no va por el camino correcto se convierte en suicidio. Los errores son bumerangs que golpean la frente y aturden hasta la inconsciencia. Durante las protestas contra el proyecto de ley 4437 en el 2006, que pretendía criminalizar el ingreso ilegal a los Estados Unidos, la comunidad hispana dirigida por líderes poco probados realizó gigantescas manifestaciones de miles de personas en diferentes estados. Muchos de los manifestantes ondeaban banderas de México y Centroamérica. Esto exacerbó el temor de “invasión” que los grupos de ultraderecha han sembrado en la mente de millones de americanos.
La cadena Fox se sirvió con la cuchara grande mostrando el “irrespeto a la soberanía nacional americana” y los payasos como Rush Limbaugh se decantaron advirtiendo al pueblo norteamericano del “peligro que representaba la inmigración desde la frontera sur del país”.
Hemos visto con preocupación, que grupos que luchan por los derechos de los inmigrantes a tener una licencia de conducir o una identificación personal independientemente de su estatus legal, apuntan y disparan a objetivos equivocados. Ubican a los departamentos de policía en la fila de los enemigos; a los legisladores que apoyan las licencias para los inmigrantes, como charlatanes que no cumplen promesas, y fustigan a las actuales autoridades del estado cuyas políticas son contrarias a las conservadoras de Donald Trump, como enemigos.
Eso es una buena forma de convertir en enemigos a los amigos y ayudar a los enemigos.
Un paso errado hacia adelante, puede ser muchos pasos hacia atrás.
Nosotros en El Vocero Hispano, pese a que reconocemos las buenas intenciones, no vamos a apoyar errores. Sabemos que lo que decimos en este editorial no será del agrado de algunos, pero esperamos que sea por el bien de todos.