Adiós democracia

Estados Unidos se vendió al mundo como el paraíso de las libertades. Y hasta cierto punto lo era en comparación con la mayoría de los sistemas de gobierno del resto del mundo.
Pero esa libertad siempre tuvo sus límites. La llamada libertad de expresión fue siempre un mero concepto constitucional, nada aplicable en la práctica política, pues las cuerdas nunca han llegado muy lejos.
Hasta finales de los años 90 el Ku Klux Klan celebraba un rally todos los años en el Calder Plaza de la ciudad de Grand Rapids. A ese evento concurrían muchos seguidores de las llamadas ideas neonazis. Estos se colgaban chaquetas con la esvástica impresa y hasta izaban banderas alusivas al Tercer Reich. Las autoridades nunca los cuestionaron ni los molestaron. Sin embargo, en el momento que un extranjero solicita la naturalización estadounidense se le pregunta si ha pertenecido o no a alguna organización comunista. Paradojas de la vida, en la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos estaba aliado con la Unión Soviética y el enemigo de ambos era la Alemania nazi.
Con el gobierno actual, el de Donald Trump, arribaron al poder los nostálgicos admiradores de Hitler cuya estampa es la suma de la xenofobia, el racismo y el odio a todo lo que transpire comunismo.
Al igual que Adolfo Hitler enarbolaba en 1933 la consigna de “hacer Alemania grande de nuevo” en respuesta a la derrota en la Primera Guerra Mundial, la actual administración, que bien podríamos llamar régimen, surge bajo una consigna similar.
El partido nazi acusaba a los extranjeros de la culpa de la derrota en la guerra, especialmente a los comunistas polacos y a los judíos. Trump acusa a los inmigrantes y emprende, al igual que Hitler, deportaciones de extranjeros. Primero con la excusa de que son criminales indocumentados, luego de que son criminales residentes legales y ahora de que son naturalizados que adquirieron la ciudadanía de manera ilegal o que cometieron crímenes antes de ser ciudadanos.
Según los entendidos en leyes de inmigración, entre las razones para despojar de la ciudadanía a un extranjero naturalizado está el haber pertenecido a una organización comunista en el pasado y no haberlo declarado al momento de aplicar por el estatus.
Según el Migration Policy Institute, el 15 por ciento de la población norteamericana nació en el extranjero y un 27 por ciento es nacida en el extranjero o descendiente directa de inmigrantes. Estamos hablando de que 93 millones de personas residentes en Estados Unidos con estatus legal son vulnerables a ser deportados con cualquiera de los pretextos mencionados anteriormente.
Con el reciente caso del inmigrante Gilmar Abrego García, la actual administración sembró el precedente de que su algoritmo se basará en actuar primero y remediar después si el gobierno lo quiere. Es decir, que cualquier persona puede ser imputada de cargos creados o infundados, luego apresada y deportada, tras lo cual pasarían años en lograr su restitución.
Por lo que se conoce del presidente Trump y su temperamento intolerante a las críticas, ningún opositor en condiciones vulnerables está seguro.
Adolfo Hitler, luego de expulsar a los extranjeros y de iniciar su operación “solución final”, que consistía en eliminar a todos los liberales, comunistas y judíos de Alemania y los territorios ocupados, inició entonces la purga de alemanes opositores al nazismo bajo la acusación de traición a la patria. No dudamos que por esa vía veremos los siguientes pasos de la administración Trump.
De acuerdo a la Constitución de Estados Unidos, ningún presidente puede ser reelecto por más de dos períodos. Muchos de los que pensaron que la pesadilla Trump acabaría en el 2020 olvidaron que la Constitución no especifica si se trata de períodos consecutivos o alternados.
Trump demostró en su asalto al Capitolio en enero del 2021 que no mentía cuando dijo a un periodista que la transición de poder no sería fácil.
Desde ahora los seguidores de Trump están sembrando las simientes de la posibilidad de un cambio constitucional que permita un tercer mandato. No es sorpresa ver pegatinas en los autos con la inscripción Trump 2028.
La democracia como la conocieron los americanos y la vendieron al mundo está pasando de estado grave a moribundo, preparémonos para el sepelio.